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Un Diálogo sobre Diálogos: Adolfo Plasencia conversa con científicos (y humanistas) / Dialogue about Dialogues: Adolfo Plasencia on Speaking with Scientists

English version published by MIT Press :

Dialogue about Dialogues: Adolfo Plasencia on Speaking with Scientists


Una conversación de David Weininger con Adolfo Plasencia (versión en español de la publicada por MIT Press):

Para su libro Is the Universe a Hologram? Scientists Answer the Most Provocative Questions, el escritor de ciencia Adolfo Plasencia habló con más de treinta científicos, tecnólogos, pensadores y artistas sobre cómo se desarrollan en su trabajo, y hacia dónde se dirigían en sus diversas disciplinas. La amplitud de su proyecto, a su vez, nos hizo pensar en los desafíos y emociones de hablar con tantas grandes mentes. Plasencia se tomó amablemente el tiempo para responder a algunas de nuestras preguntas sobre lo que era ver en la esencia, y el futuro, de la ciencia.  

• Llamas a este volumen un libro de diálogos en lugar de un libro de entrevistas. ¿Por qué?

R. Le llamo así, porque realmente es un libro de diálogos y no de entrevistas. Diálogos y entrevistas son conceptualmente algo distinto, y sus propósitos son también distintos.

Desde los Diálogos de Platón sabemos que uno de los mejores caminos para la búsqueda conjunta de ‘la verdad’, o del conocimiento, -como diríamos hoy en día-, es hacerla ‘dialógicamente’, es decir, mediante un diálogo en el que nadie que tiene una tesis o hipótesis previas sobre lo que se va a discutir. Se trata de una ‘investigación’ conjunta a base de preguntas en la que llega un momento en que e través de la conversación, uno se da cuenta de que el conocimiento que tenía sobre algo concreto es dudoso o cuestionable. El método de estos diálogos en este libro es muy del estilo del de la Synusia que está definida por la Academia de Platón en su séptima Carta, y que, en resumen, es como “un intercambio libre de conocimiento”, un método que es también considerado como una pre-forma de la actual ética hacker. El del diálogo es un método conceptualmente diferente al de una entrevista o encuesta que es, en general, más apropiado para tratar temas dentro de áreas especializadas.

Elegí para el libro este método del diálogo y el conectar su diversidad, para una exploración que pretendía llevar a cabo sobre los lugares actuales del descubrimiento de nuevas ideas, que en su inmensa mayoría hoy son espacios híbridos dentro de las intersecciones o solapamientos entre disciplinas. Una exploración que pienso debe estar enmarcada dentro de una visión heurística y transdisciplinar, ya que uno de las cosas básicas de mi propósito en este libro era interconectar los diferentes modos de ver de distintas disciplinas cuya ‘cooperación’ hoy es imprescindible para avanzar. Esa interconexión es una de las mejores maneras para abordar la mayoría de las cuestiones de mayor complejidad que caracterizan hoy en día a los temas aún por resolver. Como Ricardo Baeza-Yates nos recuerda en el libro la complejidad viene de la diversidad, y para descifrar esa complejidad, necesitamos tanto las búsquedas propias de la ciencia, -básica y aplicada-, como de las humanidades o el arte, que tiene su propio camino al descubrimiento. Para que esa citada interconexión sea efectiva, he entrelazado en el libro partes de algunas respuestas de diálogos con numerosas preguntas de otros, sabiendo que esta interconexión, a su vez, generará nuevas preguntas que probablemente no emergerían en un contexto de ‘cultivo intelectual monodisciplinar’.

De esa forma el lector se va encontrando con la misma cuestión, pero vista desde diferente ángulos, lo cual le ofrece un panorama mucho más holístico sobre ese concepto. Un ejemplo son las reflexiones en el libro sobre “qué es la inteligencia”, un concepto que está abordado desde la neurociencia o neurofisiología, y también desde ciencias de la computación, inteligencia artificial, filosofía, o incluso desde la mecánica cuántica. La citada ‘exploración’ comienza en el volumen con la lista de preguntas sobre cuestiones clave, que precede a los diálogos del libro y deja claro que este es un libro mucho más de preguntas que de respuestas.

• A través de estos diálogos, tu libro aborda “las preguntas más provocativas.” ¿Sabías que quería explorar esas preguntas específicas, o surgieron en el transcurso de sus conversaciones con los científicos?

R. Desde el principio yo quería conseguir un conjunto interconectado, equilibrado y coherente, tanto en relación a los temas como en relación a las personas participantes. La lista que precede a los diálogos estaba hecha previamente a reunir las conversaciones, -aunque la dinámica de algunos diálogos causaron su ampliación-.

Dado que los diálogos debían realizarse en persona: tuve que ir a lugares donde físicamente pudiera reunirme con los participantes que tenía previstos. Entonces tuve que conseguir obtener su atención y ganarme la confianza, en muy pocos minutos, para que los participantes aceptaran realizar una conversación conmigo para participar en un proyecto a priori bastante inusual en los tiempos de hiper-especialización en que vivimos, sobre todo en ciencia y tecnología. Así que las primeras preguntas eran cruciales para involucrarlos.

Hay que tener en cuenta que, en ese momento yo no podía prometer a ninguna de estas personas que sus palabras acabarían impresas en una edición de MIT Press como así ha sido. Debía obtener su interés con mi persuasión inicial en defensa de mi ‘extraña’ propuesta. Y milagrosamente, la mayoría de las personas con quienes lo intenté fueron sumando su participación, en ventanas de su tiempo arrancadas literalmente de sus enormemente llenas agendas. La dinámica de la conversación una vez iniciada, frecuentemente conseguía ensanchar el tiempo disponible; lo que, a su vez, engendraba que se plantearan nuevas cuestiones fascinantes en el transcurso del diálogo.

Que yo recuerde, los participantes nunca se negaron a abordar ninguna de las preguntas, sin importar que les sacase de su ‘espacio de confort intelectual’, al igual que en las nuevas preguntas engendradas a partir de sus respuestas. El que la duración de los diálogos se alargase más de lo previsto, es algo que agradezco inmensamente aunque luego finalmente fue muy duro decidir el sintetizarlos radicalmente, -y dejar fuera palabras e ideas de respuestas también fantásticas-, por necesidades editoriales. Es casi imposible reducir un diálogo coherentemente argumentado a un número fijo de palabras para encajarlas en las páginas de un libro.

• Los científicos tienen la fama, -quizá inmerecida-, de centrarse demasiado en el núcleo estrecho de sus áreas de investigación. Sin embargo, en este libro han sido capaces de desarrollar sus pensamientos de forma más expansiva y saltando a través de las disciplinas. ¿Cómo fue lo de hablar con ellos?

R. Los científicos y creadores que al final están en el libro tienen una merecida reputación por ser sabios en sus disciplinas. Sin su combinación de sabiduría y humildad, no hubiera conseguido tener esas conversaciones con ellos. Hoy es un hecho que la mayoría, sino todas, de las disciplinas de vanguardia donde surgen las nuevas ideas, se encuentran en áreas híbridas y borrosas (fuzzy). El libro es una exploración de esos espacios, y las personas elegidas para estos diálogos están involucrados en ellos.

Pondré algún ejemplo. Uno de los participantes es José M. Carmena, que se ha formado previamente en ingeniería electrónica, robótica, inteligencia artificial y finalmente neurociencia, ahora lidera su propio laboratorio: el Brain-Machine Interface Systems Laboratory en la UC Berkeley. El trabajo en este laboratorio implica una combinación de neurociencias y diversas ingenierías y tecnologías. Su grupo de investigación, -tal como explica en su diálogo del libro-, recibe a jóvenes investigadores procedentes, al tiempo, de áreas como neurociencia, Ingeniería electrónica, informática, telecomunicaciones, bioingeniería, etc.; Allí el trabajo es completamente multidisciplinar e híbrido, como lo son las tecnologías que produce. Hace muy poco han lanzado, con otros colegas, el prototipo de una tecnología llamada ‘Neural Dust‘, -Carmena la explica en el libro-, que combina diversas microtecnologías electrónicas, emisiones ultrasónicas y es capaz de enviar señales en tiempo real de la actividad neural en el cerebro a través del cráneo, o del sistema nervioso, en modo wireless. La tecnología acaba de recibir el Premio McKnight 2017 en innovaciones tecnológicas en neurociencia.

Otro caso destacado es el de Pablo Jarillo-Herrero trabaja en nanofísica, transporte cuántico electrónico y optoelectrónica en nuevos materiales bi-dimensionales como el grafeno, en el MIT. Su investigación, -como explica Pablo en su diálogo-, combina la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad especial, con el fin de ‘montar’ una teoría de la ‘mecánica cuántica relativista’ con la que intentar comprender dicho comportamiento, poder aplicarlo en el mundo real y llegar a nuevas aplicaciones nunca vistas antes. Otro ejemplo es el del diálogo con el físico cuántico Ignacio Cirac, director de la división teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, titulado: “La física cuántica tiene en cuenta el libre albedrío”. El último término de este título siempre había sido un concepto de humanidades pero aquí está explicado en relación a la ciencia de la física cuántica. Y, un ejemplo más: Ricardo Baeza-Yates, que es un científico de la computación y que investiga ahora en big data y machine learning aplicado a internet, se refiere en su diálogo precisamente a lo que preguntas, ya que sus investigaciones informáticas están focalizadas en predecir el comportamiento humano a gran escala, o a escala social, cuando el ‘comportamiento humano’ había sido siempre un tema propio de humanidades o ciencias de la salud. Ricardo me dice en su diálogo que yo intento sacarle del espacio teórico de la computación que es su disciplina natural de investigación, pero que a él le gusta, ya que su trabajo científico funciona en una vanguardia en la que la propia realidad también le obliga a hacer lo mismo.

Solo he dado algunos ejemplos ilustrativos, pero termino de contestarte diciendo que conversar con personas como estas que poseen un enorme bagaje de conocimientos y sabiduría, cuando saltan las divisiones entre disciplinas y ‘piensan fuera de la caja’ (think out of the box) dicen cosas absolutamente fascinantes. En las conversaciones del libro de puede comprobar.

¿Hay un diálogo en el libro que destaque por ser particularmente memorable?

R. Para mí, todos los diálogos han sido memorables, -y no es una frase hecha-, porque todos han sido completamente distintos. Fue particularmente memorable el de la astrofísica de exoplanetas Sara Seager, y también lo fue el del gran Hal Abelson de MIT CSAIL , y el de Henry Jenkins  co-fundador en el MIT del Comparative Media Studies . Aparte de su sabiduría, el contacto humano con personas como estas, es siempre emocionante. Podría citar otros participantes que, a su inmenso saber, suman una increíble empatía, humildad y capacidad para expresar de modo sencillo las cosas más complejas, como es el caso del Nobel Mario J. Molina ; o el del profesor de Harvard Álvaro Pascual-Leone ; o como la científica Rosalind Picard de MIT MediaLab, cuando habla de comunicación emocional o computación afectiva / affective computing. Otros me han gustado mucho por los imprevistos giros en sus respuestas; tecnólogos como Michail Bletsas, Hiroshi Ishii, o el científico de la inteligencia artificial (AI), José Hernández-Orallo, con el que incluso pude conversar sobre la fórmula de la felicidad, la relación entre inteligencia y humor; o sobre si la AI podría convertirse, o no, en una amenaza.

Y algunos casos, que a priori parecían ser más fríos o distantes por sus disciplinas, circunstancias o personalidad, ha sido la dinámica del propio diálogo la que hizo que los propios interlocutores se abrieran a contestar nuevas e inesperadas preguntas y a hacerlo más allá de su citada ‘zona de confort intelectual’. Como ocurrió con el científico de la computación Ricardo Baeza, cuando explicó que en algunos proyectos ha estado manejando los registros de comportamientos de 700 millones de personas, cada una de los cuales tiene una ‘long tail’ (larga cola). Y lo mismo con Javier Benedicto, hablando sobre cómo se planifica lo imposible en el espacio con el Programa Galileo. Hay también en el libro creadores en ingeniería y arquitectura como John Ochsendorf y Yung Ho Chang , ambos del MIT, que profundizan en sus conversaciones sobre la idea aparentemente contradictoria de que, a la vanguardia de la arquitectura también pueden se puede llegar basándose en la sabiduría olvidada de la tradición.

Mención especial merecen los filósofos y creadores participantes que lanzan valientes argumentos hacia el territorio natural de los científicos y tecnólogos, Javier Echeverria, a quien le encaja bien la teoría de que el universo que contemplamos pudiera ser una representación o gigantesco holograma, o Cueva de Platón multidimensional. O el caso de David Casacuberta que afirma sin ambages que “Encriptar es un derecho humano”. Desde el punto de vista personal también ha sido muy emocionante dialogar con John Perry Barlow, Richard Stallman y Tim O’Reilly, poeta, hacker y humanista, respectivamente, tres de mis héroes de la cultura digital.

Y emocionante también fue vivir el diálogo-epílogo que cierra el libro, con el artista José María Yturralde, alguien muy especial que añade una visión crítica a la ciencia general desde el arte, aparte de que argumenta sobre si es posible refutar al gran poeta John Keats y es cierta la ecuación belleza desigual a verdad ( Belleza ? verdad ) que le contradice, y si en el arte, se puede ir al pasado y cambiarlo, entre otras muchas reflexiones.

Cualquier conversación con la mayoría de estos 33 participantes, -no hay espacio aquí para citarlos a todos-, es memorable para mi por diversas razones, bien por la cantidad de sabiduría que acumulan cualquiera ellos y ellas, bien por el asombro que produce lo que están investigando; o por lo que piensan expresado en su diálogo y también, he de confesarlo, por el entusiasmo con que han accedido a participar en un proyecto y un libro tan heterodoxo como este.

Después de haber reunido estos diálogos en el libro, ¿cuál es tu opinión sobre el futuro de la ciencia? ¿Nos dirigimos hacia una mayor certeza en relación a esas cuestiones fundamentales, o las respuestas parecen estar aún bastante lejos?

R. Yo no soy científico y eso me da una cierta libertad para expresar mi opinión sin que otros colegas me afeen la conducta, aunque a seguro que alguien lo hará por mi, quizá, algo insolente atrevimiento y heterodoxia con este libro.

Yo haría una fusión de tus dos preguntas. Por una parte creo que la guía verdadera y más decisiva en nuestro camino al futuro es la ciencia, como se puede comprobar en el libro, pero siempre debemos tener en cuenta que la ciencia actual, es una ciencia interconectada o fertilizada por las humanidades y los efectos de la digitalización. Este camino no es ni será fácil porque, a pesar de la cantidad gigantesca de datos y evidencias que apoyan en sus diagnósticos a la verdadera ciencia, aún hay personas y entidades relevantes que son capaces de actuar negando grandes hechos científicos. También me resulta asombroso que en el actual sistema o universo de la comunicación de que dispone ahora la humanidad, y que nunca tuvo antes, prosperen crecientemente con tanta fortuna supersticiones, pseudociencias, esoterismos, o falsedades deliberadas a escala global.

El amor a la verdad, propio de la ciencia y las humanidades, es hoy más necesario que nunca, algo a cultivar en todos ámbitos de la educación. Entre las nuevas habilidades que tendremos que incentivar está la de educar para aprender a distinguir entre lo verdadero y lo falso en la ‘noosfera’ actual. Situándome en una posición como en la que adopta Henry Jenkins en el libro, -la de ‘utópico crítico’-, entiendo los medios de comunicación, (no de entretenimiento), como parte del sistema educativo de la sociedad y, creo, habría que aplicar en estos medios de comunicación esos mismos criterios éticos de amor a la verdad por encima de los criterios económicos habituales. A esto se le puede aplicar el perfectamente claro criterio que expresa en el libro Richard Stallman: Es absurdo preguntar si la ética es rentable o no, porque es una responsabilidad previa, una obligación hacia los demás… La elección de la ética como guía sólo cuando es rentable es realmente lo mismo que no tener ninguna ética”.

Los nuevos conocimientos sobre las certezas fundamentales ya no son propios de una disciplina concreta sino que es la combinatoria humanidades y método científico la que nos permite, como dice en el libro el físico del CERN José Bernabéu, ampliar las playas de nuestra pequeña isla de conocimientos y certezas, contra el enorme océano de nuestra ignorancia. Creo que cada certeza demostrada científicamente nos trae nuevas y apasionantes preguntas; así que para mí, las grandes respuestas se encuentran sobre un horizonte hacia el cual va nuestro camino y al que, como cualquier horizonte, nunca lograremos llegar. Parafraseando a Steve Jobs, diré que en ese mismo camino también está nuestra recompensa.

Finalmente quiero expresar que coincido con Tim O’Reilly en que algunas de la certezas que nos proporciona la ciencia aplicada, es decir la tecnología, debemos orientarla como dice Tim en el libro, a “hacer del mundo un lugar mejor” (aunque no siempre es así), y combinar eso con la máxima de Richard Stallman: “La tecnología sin la influencia de la ética es probable que haga daño.”. No hay certeza garantizada ante nosotros pero hemos de ser conscientes como dice el mismo O’Reilly en su foreword del libro que “El futuro no es algo que ‘sucede’; es algo que nosotros creamos”). Por tanto, que el futuro sea mejor en términos de cuestiones fundamentales depende solo de nosotros. Y esa sí es una buena certeza.

Sunday, August 27th, 2017

Convertirnos en biónicos: José Carmena, un pionero en conectar cerebros y máquinas.

La Ingeniería neural del siglo XXI funciona a pleno rendimiento, en el Brain-Machine Interface Systems Laboratory de la UC Berkeley que dirige, Jose Carmena.

El valenciano José Carmena se dedica a la ingeniería neural y a la biónica con una intensidad casi sin límites. Por fin te tenido el privilegio de poder dialogar con él en profundidad para que nos hable de esta nueva ingeniería y de los experimentos que realiza. Para ejercerla como lo hace, hizo previamente un periplo de aprendizaje no menos intenso: Ingeniería Técnica Electrónica y Superior en la Universidad Politécnica y la Universitat, respectivamente, las dos en Valencia; después obtuvo la maestría y doctorado en inteligencia artificial y robótica en la Universidad de Edimburgo, y finalmente, una etapa postdoctoral en neurobiología en la Duke University, en EE.UU, en donde trabajó con Miguel Nicolelis, uno de los pioneros de la biónica. Lo culminó en la Universidad de California en Berkeley donde es profesor de ingeniería electrónica y neurociencia, y en donde dirige su propio Laboratorio, el Brain-Machine Interface Systems Laboratory, que desarrolla la ciencia y la tecnología necesarias para conseguir un “Interfaz Cerebro-Máquina” viable, que permita a personas paralizadas y con discapacidades motoras, controlar brazos robóticos, exo-esqueletos, prótesis adaptadas, etc., con el pensamiento.  Carmena es también co-director del Centro de neuroingeniería y prótesis neurales que se ha inaugurado recientemente entre la Universidad de California en Berkeley y la de San Francisco.

Esa ingeniería y neurociencia del siglo XXI que practican en su laboratorio, no responde a los cánones que teníamos ya esquematizados. El objeto principal de sus investigaciones es abordar el funcionamiento del cerebro humano.

José Carmena y Adolfo Plasencia en el diálogo.

Adolfo Plasencia: José, ¿cómo definirías en pocas palabras lo que es la ‘ingeniería neural’?

Jose Carmena: “Por definirla básicamentela ingeniería neural es la aplicación de técnicas de ingeniería, -electrónica, mecánica, informática etc.- en las neurociencias. Nosotros específicamente, perseguimos conseguir, por ejemplo, que personas cuyo cuerpo o alguna parte de él, ha quedado incapacitado para el movimiento por diferentes causas, finalmente, puedan realizar sus tareas cotidianas de forma autosuficiente”.

Adolfo Plasencia: ¿Cómo lo hacéis? ¿Dónde esta el centro de gravedad que equilibra un trabajo como el vuestro, enormemente multidisciplinar, para que sea lo más eficiente posible? ¿Es un punto fijo, o móvil que según la investigación concreta se desplaza o tiene el núcleo en un lugar diferente según sea el trabajo concreto?

José Carmena: “El caso que puedo dar como ejemplo para explicarlo es el de mi propio laboratorio en Berkeley. Nos llegan doctorandos de varios programas, de neurociencias, ingeniería electrónica e informática, bioingeniería, etc. Los estudiantes que entran en el laboratorio vienen con trayectorias previas distintas y tienen que aprender las herramientas de lo que no dominan para poder trabajar en ese campo. O sea, no vale el modelo antiguo de… yo soy biólogo, hago mi experimento, recolecto mis datos, se los dejo al estadístico, él los analiza y al final, todos escribimos y publicamos. No.  Ahora, el ‘ingeniero neural’,  –y esto está afectando a la neurociencia misma-, o  ‘neurocientífico de sistemas’, requiere una formación interdisciplinar que le permita abordar un problema por si mismo, problemas que requieren el dominio de diversos campos. Esto es lo común ahora en un laboratorio avanzado; da igual de donde venga cada doctorando, al final todos acaban entendiendo lo que el otro dice. Tiene que haber como un lenguaje común para que, en las reuniones de laboratorio, la gente se entienda.  Evidentemente, todos tenemos nuestro centro de gravedad en una disciplina o en otra, pero hemos que hacer el esfuerzo de “cruzar al otro lado”, de forma que al ingeniero neural domine tanto los conocimientos técnicos de ingeniería como los de neurociencia, y encaje en la cultura de ambas comunidades.  La clave del éxito real posterior de estas personas, va a depender en parte de esto.

La Biónica, es el ejemplo perfecto para motivar a muchos estudiantes a seguir a veces caminos más duros, con carreras técnicas o incluso seguir aprendiendo, continuando con post-grado en otros campos, dando el salto de un campo a otro para al final ver que todo converge en una aplicación interdisciplinar que es muy poderosa, tiene mucho futuro, puede ayudar a mucha gente y es fascinante. Es una batalla dura porque no puedes ser maestro de todas las disciplinas. Es un desafío constante entre anchura y profundidad –si acaparas mucho pero no eres muy profundo o si te centras demasiado en algo y no en lo de alrededor, no sabes-. Entonces, la Biónica como disciplina, creo, es un ejemplo de equilibrio interdisciplinar”.

Adolfo Plasencia: Acabas de publicar en la prestigiosa revista del IEEE Spectrum, un impresionante artículo titulado “Becoming Bionic” (Convertirse en biónico) que habla del interfaz cerebro-máquina que esta en el  centro de tus investigaciones y que comienza diciendo: “Imagina un dispositivo de alta tecnología que permite controlar un aparato exterior al cuerpo con sólo pensar en ello. La gente sueña con él desde hace décadas. Dispara la imaginación de científicos e ingenieros y de los autores de ciencia ficción. La razón es sencilla pero poderosa. Al transformar el pensamiento en acción, una  interfaz cerebro-máquina podría dotar de dispositivos de control a personas paralizadas, con por ejemplo brazos robóticos, prótesis u otros actuadores.

Adolfo Plasencia ¿Convertir el ‘pensamiento’ en ‘acción’ mediante un Brain-Machine Interface es muy complicado, verdad?,

 José Carmena: “Sí, muy complicado. Pero ya hay resultados en animales y en humanos que demuestran control mental de dispositivos protésicos mediante la decodificación (traducción) de intenciones motoras que se usan de forma eficiente y eso, de alguna forma, es ‘el pensamiento’, claro. De allí a tener lo que uno ve en películas como The Matrix y hacer un ‘download’ de la memoria, eso es pura ciencia ficción, evidentemente. Ahora bien, el objetivo es el mismo: tener un ‘puerto’ de comunicación con el cerebro que sea bi-direccional, es decir, del que se pueda ‘descargar’ información respecto a la acción que se desea realizar y en el que se pueda ‘subir’ o ‘grabar’ información sensorial proveniente del dispositivo robótico”.

Adolfo Plasencia: De hecho, tú escribiste, que el ‘Santo Grial’ de la interfaz cerebro-máquina será un sistema en el que el cerebro pueda ‘controlar’ y también ‘sentir’ a la máquina, incorporada como parte del cuerpo de uno mismo,  una interacción bidireccional, ¿No?,

Jose Carmena: “Exacto. Por ejemplo, en el caso de un paciente que quiera mover un brazo robótico para coger un vaso de agua que tiene en la mesa, lo primero es, poder ‘decodificar’ la intención. Esa es la parte de control, pero luego, está la parte de percepción, de ‘sentir’ la prótesis, y lo que la prótesis esta agarrando o tocando. Esa información habría que codificarla de alguna forma de vuelta hacia el cerebro, de ahí lo de ‘bidireccional’. El ‘decodificar’ es el “leer” y el ‘codificar’ sería el “escribir” información en el cerebro”.

Adolfo Plasencia: Hace pocos días, habéis publicado vuestro mas reciente trabajo en Nature en el que hablas del “aprendizaje de habilidades intencionales neuroprotésicas”. ¿Puedes explicar de qué se trata?,

Jose Carmena: “El objetivo del estudio, -que hicimos además en colaboración con el equipo de Rui Costa en el Champalimaud Centre for the Unknown, en Lisboa-, era saber si el resto del cerebro, las áreas más profundas de él que están relacionadas con el aprendizaje motor, no la corteza cerebral, sino debajo de la corteza, también forman parte y son necesarias para el aprendizaje cerebro-máquina. En este estudio, demostramos, entre otras cosas, que el cerebro tiene una capacidad plástica mayor de lo que se pensaba para controlar neuroprótesis porque puede adaptarse a tareas que, en principio, no son naturales o biomiméticas sino que son más abstractas, mientras que el resto del cerebro, toda la maquinaria existente que utilizamos para el aprendizaje motor de nuestro propio cuerpo, sigue en funcionamiento y es requerida para poder emprender esa tarea más abstracta. Estos resultados sugieren que disponemos de bastante flexibilidad a la hora de diseñar el sistema de decodificación y control de esa neuroprótesis”.

Adolfo Plasencia: Me gustaría preguntarte ahora en relación a la inteligencia artificial. Sé que te impresionó mucho un artículo de Rodney Brooks, quién durante más de tres lustros dirigió el Laboratorio de Computación e Inteligencia Artificial del MIT (CSAIL). Estuve con él y me dijo que le parecía que la inteligencia artificial iba muy ‘lenta’.. ¿Tú lo crees así? Porque casi todo el mundo piensa que la evolución tecnológica y científica va demasiado rápida, …

Jose Carmena:  “Si nos centramos en la Inteligencia artificial,  hay unas preguntas que son las hard questions, los problemas realmente difíciles, por ejemplo, el de la percepción,  y esos son los que avanzan muy despacio. Rodney  Brooks hizo estudios muy interesantes sobre el aprendizaje y comportamiento en robots y por los cuales, de hecho, yo me metí en este campo. Sus trabajos me parecían fascinantes. A una escala menor, podía demostrar comportamiento inteligente de robots sin haber implementado ningún tipo de conocimiento previo en ellos; el problema venía cuando quería escalar en complejidad en el comportamiento y la inteligencia de estas criaturas. Al final, se dio cuenta, como bien escribió en su libro, que no iba a llegar durante su vida a donde él quería llegar, que era el conocimiento humano. Hay problemas que no son fácilmente escalables, en los que incrementar el nivel de complejidad no es trivial.  El de la percepción es uno de ellos, -por lo menos, en el ámbito de la Inteligencia artificial. Pero no todo son críticas a la Inteligencia artificial. Hay ejemplos claros de éxito, de herramientas muy útiles que nos hacen la vida mas fácil y de hecho se convierten en imprescindibles, por ejemplo, los buscadores de Internet como Google, un ejemplo clarísimo de algo que usamos a diario”.

 

El asunto de la financiación de la ciencia

El motor financiero que sostiene la investigación en los laboratorios de universidades americanas, incluido el de José Carmena, son los organismos federales como los institutos nacionales de salud (NIH), la fundación nacional de ciencia (NSF), el ministerio de defensa (DOD), etc., mediante procesos muy competitivos de selección de proyectos.  Pero también hay fundaciones privadas que financian proyectos en determinadas áreas. Ese es el caso de la Christopher & Dana Reeve Foundation (CDRF), fundada por el famoso actor Cristopher Reeve, conocido mundialmente por su papel de ‘Superman’, a raíz de una accidente que le dejó parapléjico, y por su esposa Dana.  Los dos han fallecido, tristemente, pero la fundación sigue financiando la investigación en regeneración de médula y en vías alternativas como la que hace Carmena, por ejemplo, para conseguir que la gente que está en silla de ruedas pueda volver a andar y ser autosuficientes. LA CDRF ha financiado varias de las investigaciones del laboratorio que dirige José Carmena. Financian  de modo abierto y competitivo las investigaciones y, no solo eso, sino que con una cultura abierta organizando encuentros públicos que reúnen a científicos, médicos y pacientes para que se vean personalmente e intercambien conocimiento y experiencias.

Adolfo Plasencia: ¿como son esos encuentros con las personas que ponen su esperanza y máximas expectativas en la ciencia aplicada y la investigación en medio de unas dolencias tan duras?

José Carmena: “La de las expectativas de curación es una de las preguntas más duras y es la razón por la cual intento no dar nunca fechas ni estimaciones concretas acerca de cuándo habrá una solución clínicamente viable. Primero porque no lo sabemos y, segundo, porque al final la gente que sufre son los pacientes, que son la razón por la que trabajamos en esto, ya que se crean falsas expectativas. Una de las experiencias que me cambió fue en una de las reuniones anuales de la CDRF. A esta reunión asistían pacientes en sillas de ruedas que van y atienden todas las charlas, y te hacen preguntas cuando acabas. Cuando les estás hablando y ves cómo te miran a los ojos, que no se les escapa una coma de todo lo que estás diciendo y te preguntan cuándo va a estar eso disponible, te das cuenta de la gravedad de la situación, de la importancia de esta investigación y de lo más importante de todo que es el no crear falsas expectativas. Es un tema muy complicado. ¿Cómo vamos nosotros respecto a eso? Lo único que podemos decir –por lo menos ésta es mi visión-, es que es un campo en el que cada vez, no solo se avanza más, sino también cada vez hay más gente trabajando en él, que es lo que a mí más me entusiasma. Es un progreso en paralelo. Hay varios ‘cuellos de botella’, problemas gordos en los que se está trabajando de forma insistente, como por ejemplo, conseguir que las señales que se obtienen por el implante en el cerebro duren varias décadas en vez de unos pocos años sólo que es lo que están durando ahora en animales. Que se consiga un nivel de control de la prótesis que justifique los medios y, en este caso, que justifique la implantación en el cerebro, etc. ¿Cómo llegar ahí? El esfuerzo en paralelo de la comunidad científica hace que las soluciones a estos problemas se puedan aplicar de forma modular mucho mas rápidamente que si se trabajara en serie.  La incertidumbre sobre cuándo ocurrirá sigue ahí, pero somos optimistas y estoy convencido de que lograremos los objetivos”.

Adolfo Plasencia. Gracias por tu tiempo y tus palabras.

José Carmena. Gracias a tí. Un placer.

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Una sintesis de este diálogo se publicó en el Suplemento INNOVADORES de El Mundo en mayo de 2012.

 

 

 

Tuesday, October 16th, 2012