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Un Diálogo sobre Diálogos: Adolfo Plasencia conversa con científicos (y humanistas) / Dialogue about Dialogues: Adolfo Plasencia on Speaking with Scientists

English version published by MIT Press :

Dialogue about Dialogues: Adolfo Plasencia on Speaking with Scientists


Una conversación de David Weininger con Adolfo Plasencia (versión en español de la publicada por MIT Press):

Para su libro Is the Universe a Hologram? Scientists Answer the Most Provocative Questions, el escritor de ciencia Adolfo Plasencia habló con más de treinta científicos, tecnólogos, pensadores y artistas sobre cómo se desarrollan en su trabajo, y hacia dónde se dirigían en sus diversas disciplinas. La amplitud de su proyecto, a su vez, nos hizo pensar en los desafíos y emociones de hablar con tantas grandes mentes. Plasencia se tomó amablemente el tiempo para responder a algunas de nuestras preguntas sobre lo que era ver en la esencia, y el futuro, de la ciencia.  

• Llamas a este volumen un libro de diálogos en lugar de un libro de entrevistas. ¿Por qué?

R. Le llamo así, porque realmente es un libro de diálogos y no de entrevistas. Diálogos y entrevistas son conceptualmente algo distinto, y sus propósitos son también distintos.

Desde los Diálogos de Platón sabemos que uno de los mejores caminos para la búsqueda conjunta de ‘la verdad’, o del conocimiento, -como diríamos hoy en día-, es hacerla ‘dialógicamente’, es decir, mediante un diálogo en el que nadie que tiene una tesis o hipótesis previas sobre lo que se va a discutir. Se trata de una ‘investigación’ conjunta a base de preguntas en la que llega un momento en que e través de la conversación, uno se da cuenta de que el conocimiento que tenía sobre algo concreto es dudoso o cuestionable. El método de estos diálogos en este libro es muy del estilo del de la Synusia que está definida por la Academia de Platón en su séptima Carta, y que, en resumen, es como “un intercambio libre de conocimiento”, un método que es también considerado como una pre-forma de la actual ética hacker. El del diálogo es un método conceptualmente diferente al de una entrevista o encuesta que es, en general, más apropiado para tratar temas dentro de áreas especializadas.

Elegí para el libro este método del diálogo y el conectar su diversidad, para una exploración que pretendía llevar a cabo sobre los lugares actuales del descubrimiento de nuevas ideas, que en su inmensa mayoría hoy son espacios híbridos dentro de las intersecciones o solapamientos entre disciplinas. Una exploración que pienso debe estar enmarcada dentro de una visión heurística y transdisciplinar, ya que uno de las cosas básicas de mi propósito en este libro era interconectar los diferentes modos de ver de distintas disciplinas cuya ‘cooperación’ hoy es imprescindible para avanzar. Esa interconexión es una de las mejores maneras para abordar la mayoría de las cuestiones de mayor complejidad que caracterizan hoy en día a los temas aún por resolver. Como Ricardo Baeza-Yates nos recuerda en el libro la complejidad viene de la diversidad, y para descifrar esa complejidad, necesitamos tanto las búsquedas propias de la ciencia, -básica y aplicada-, como de las humanidades o el arte, que tiene su propio camino al descubrimiento. Para que esa citada interconexión sea efectiva, he entrelazado en el libro partes de algunas respuestas de diálogos con numerosas preguntas de otros, sabiendo que esta interconexión, a su vez, generará nuevas preguntas que probablemente no emergerían en un contexto de ‘cultivo intelectual monodisciplinar’.

De esa forma el lector se va encontrando con la misma cuestión, pero vista desde diferente ángulos, lo cual le ofrece un panorama mucho más holístico sobre ese concepto. Un ejemplo son las reflexiones en el libro sobre “qué es la inteligencia”, un concepto que está abordado desde la neurociencia o neurofisiología, y también desde ciencias de la computación, inteligencia artificial, filosofía, o incluso desde la mecánica cuántica. La citada ‘exploración’ comienza en el volumen con la lista de preguntas sobre cuestiones clave, que precede a los diálogos del libro y deja claro que este es un libro mucho más de preguntas que de respuestas.

• A través de estos diálogos, tu libro aborda “las preguntas más provocativas.” ¿Sabías que quería explorar esas preguntas específicas, o surgieron en el transcurso de sus conversaciones con los científicos?

R. Desde el principio yo quería conseguir un conjunto interconectado, equilibrado y coherente, tanto en relación a los temas como en relación a las personas participantes. La lista que precede a los diálogos estaba hecha previamente a reunir las conversaciones, -aunque la dinámica de algunos diálogos causaron su ampliación-.

Dado que los diálogos debían realizarse en persona: tuve que ir a lugares donde físicamente pudiera reunirme con los participantes que tenía previstos. Entonces tuve que conseguir obtener su atención y ganarme la confianza, en muy pocos minutos, para que los participantes aceptaran realizar una conversación conmigo para participar en un proyecto a priori bastante inusual en los tiempos de hiper-especialización en que vivimos, sobre todo en ciencia y tecnología. Así que las primeras preguntas eran cruciales para involucrarlos.

Hay que tener en cuenta que, en ese momento yo no podía prometer a ninguna de estas personas que sus palabras acabarían impresas en una edición de MIT Press como así ha sido. Debía obtener su interés con mi persuasión inicial en defensa de mi ‘extraña’ propuesta. Y milagrosamente, la mayoría de las personas con quienes lo intenté fueron sumando su participación, en ventanas de su tiempo arrancadas literalmente de sus enormemente llenas agendas. La dinámica de la conversación una vez iniciada, frecuentemente conseguía ensanchar el tiempo disponible; lo que, a su vez, engendraba que se plantearan nuevas cuestiones fascinantes en el transcurso del diálogo.

Que yo recuerde, los participantes nunca se negaron a abordar ninguna de las preguntas, sin importar que les sacase de su ‘espacio de confort intelectual’, al igual que en las nuevas preguntas engendradas a partir de sus respuestas. El que la duración de los diálogos se alargase más de lo previsto, es algo que agradezco inmensamente aunque luego finalmente fue muy duro decidir el sintetizarlos radicalmente, -y dejar fuera palabras e ideas de respuestas también fantásticas-, por necesidades editoriales. Es casi imposible reducir un diálogo coherentemente argumentado a un número fijo de palabras para encajarlas en las páginas de un libro.

• Los científicos tienen la fama, -quizá inmerecida-, de centrarse demasiado en el núcleo estrecho de sus áreas de investigación. Sin embargo, en este libro han sido capaces de desarrollar sus pensamientos de forma más expansiva y saltando a través de las disciplinas. ¿Cómo fue lo de hablar con ellos?

R. Los científicos y creadores que al final están en el libro tienen una merecida reputación por ser sabios en sus disciplinas. Sin su combinación de sabiduría y humildad, no hubiera conseguido tener esas conversaciones con ellos. Hoy es un hecho que la mayoría, sino todas, de las disciplinas de vanguardia donde surgen las nuevas ideas, se encuentran en áreas híbridas y borrosas (fuzzy). El libro es una exploración de esos espacios, y las personas elegidas para estos diálogos están involucrados en ellos.

Pondré algún ejemplo. Uno de los participantes es José M. Carmena, que se ha formado previamente en ingeniería electrónica, robótica, inteligencia artificial y finalmente neurociencia, ahora lidera su propio laboratorio: el Brain-Machine Interface Systems Laboratory en la UC Berkeley. El trabajo en este laboratorio implica una combinación de neurociencias y diversas ingenierías y tecnologías. Su grupo de investigación, -tal como explica en su diálogo del libro-, recibe a jóvenes investigadores procedentes, al tiempo, de áreas como neurociencia, Ingeniería electrónica, informática, telecomunicaciones, bioingeniería, etc.; Allí el trabajo es completamente multidisciplinar e híbrido, como lo son las tecnologías que produce. Hace muy poco han lanzado, con otros colegas, el prototipo de una tecnología llamada ‘Neural Dust‘, -Carmena la explica en el libro-, que combina diversas microtecnologías electrónicas, emisiones ultrasónicas y es capaz de enviar señales en tiempo real de la actividad neural en el cerebro a través del cráneo, o del sistema nervioso, en modo wireless. La tecnología acaba de recibir el Premio McKnight 2017 en innovaciones tecnológicas en neurociencia.

Otro caso destacado es el de Pablo Jarillo-Herrero trabaja en nanofísica, transporte cuántico electrónico y optoelectrónica en nuevos materiales bi-dimensionales como el grafeno, en el MIT. Su investigación, -como explica Pablo en su diálogo-, combina la mecánica cuántica con la teoría de la relatividad especial, con el fin de ‘montar’ una teoría de la ‘mecánica cuántica relativista’ con la que intentar comprender dicho comportamiento, poder aplicarlo en el mundo real y llegar a nuevas aplicaciones nunca vistas antes. Otro ejemplo es el del diálogo con el físico cuántico Ignacio Cirac, director de la división teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica, titulado: “La física cuántica tiene en cuenta el libre albedrío”. El último término de este título siempre había sido un concepto de humanidades pero aquí está explicado en relación a la ciencia de la física cuántica. Y, un ejemplo más: Ricardo Baeza-Yates, que es un científico de la computación y que investiga ahora en big data y machine learning aplicado a internet, se refiere en su diálogo precisamente a lo que preguntas, ya que sus investigaciones informáticas están focalizadas en predecir el comportamiento humano a gran escala, o a escala social, cuando el ‘comportamiento humano’ había sido siempre un tema propio de humanidades o ciencias de la salud. Ricardo me dice en su diálogo que yo intento sacarle del espacio teórico de la computación que es su disciplina natural de investigación, pero que a él le gusta, ya que su trabajo científico funciona en una vanguardia en la que la propia realidad también le obliga a hacer lo mismo.

Solo he dado algunos ejemplos ilustrativos, pero termino de contestarte diciendo que conversar con personas como estas que poseen un enorme bagaje de conocimientos y sabiduría, cuando saltan las divisiones entre disciplinas y ‘piensan fuera de la caja’ (think out of the box) dicen cosas absolutamente fascinantes. En las conversaciones del libro de puede comprobar.

¿Hay un diálogo en el libro que destaque por ser particularmente memorable?

R. Para mí, todos los diálogos han sido memorables, -y no es una frase hecha-, porque todos han sido completamente distintos. Fue particularmente memorable el de la astrofísica de exoplanetas Sara Seager, y también lo fue el del gran Hal Abelson de MIT CSAIL , y el de Henry Jenkins  co-fundador en el MIT del Comparative Media Studies . Aparte de su sabiduría, el contacto humano con personas como estas, es siempre emocionante. Podría citar otros participantes que, a su inmenso saber, suman una increíble empatía, humildad y capacidad para expresar de modo sencillo las cosas más complejas, como es el caso del Nobel Mario J. Molina ; o el del profesor de Harvard Álvaro Pascual-Leone ; o como la científica Rosalind Picard de MIT MediaLab, cuando habla de comunicación emocional o computación afectiva / affective computing. Otros me han gustado mucho por los imprevistos giros en sus respuestas; tecnólogos como Michail Bletsas, Hiroshi Ishii, o el científico de la inteligencia artificial (AI), José Hernández-Orallo, con el que incluso pude conversar sobre la fórmula de la felicidad, la relación entre inteligencia y humor; o sobre si la AI podría convertirse, o no, en una amenaza.

Y algunos casos, que a priori parecían ser más fríos o distantes por sus disciplinas, circunstancias o personalidad, ha sido la dinámica del propio diálogo la que hizo que los propios interlocutores se abrieran a contestar nuevas e inesperadas preguntas y a hacerlo más allá de su citada ‘zona de confort intelectual’. Como ocurrió con el científico de la computación Ricardo Baeza, cuando explicó que en algunos proyectos ha estado manejando los registros de comportamientos de 700 millones de personas, cada una de los cuales tiene una ‘long tail’ (larga cola). Y lo mismo con Javier Benedicto, hablando sobre cómo se planifica lo imposible en el espacio con el Programa Galileo. Hay también en el libro creadores en ingeniería y arquitectura como John Ochsendorf y Yung Ho Chang , ambos del MIT, que profundizan en sus conversaciones sobre la idea aparentemente contradictoria de que, a la vanguardia de la arquitectura también pueden se puede llegar basándose en la sabiduría olvidada de la tradición.

Mención especial merecen los filósofos y creadores participantes que lanzan valientes argumentos hacia el territorio natural de los científicos y tecnólogos, Javier Echeverria, a quien le encaja bien la teoría de que el universo que contemplamos pudiera ser una representación o gigantesco holograma, o Cueva de Platón multidimensional. O el caso de David Casacuberta que afirma sin ambages que “Encriptar es un derecho humano”. Desde el punto de vista personal también ha sido muy emocionante dialogar con John Perry Barlow, Richard Stallman y Tim O’Reilly, poeta, hacker y humanista, respectivamente, tres de mis héroes de la cultura digital.

Y emocionante también fue vivir el diálogo-epílogo que cierra el libro, con el artista José María Yturralde, alguien muy especial que añade una visión crítica a la ciencia general desde el arte, aparte de que argumenta sobre si es posible refutar al gran poeta John Keats y es cierta la ecuación belleza desigual a verdad ( Belleza ? verdad ) que le contradice, y si en el arte, se puede ir al pasado y cambiarlo, entre otras muchas reflexiones.

Cualquier conversación con la mayoría de estos 33 participantes, -no hay espacio aquí para citarlos a todos-, es memorable para mi por diversas razones, bien por la cantidad de sabiduría que acumulan cualquiera ellos y ellas, bien por el asombro que produce lo que están investigando; o por lo que piensan expresado en su diálogo y también, he de confesarlo, por el entusiasmo con que han accedido a participar en un proyecto y un libro tan heterodoxo como este.

Después de haber reunido estos diálogos en el libro, ¿cuál es tu opinión sobre el futuro de la ciencia? ¿Nos dirigimos hacia una mayor certeza en relación a esas cuestiones fundamentales, o las respuestas parecen estar aún bastante lejos?

R. Yo no soy científico y eso me da una cierta libertad para expresar mi opinión sin que otros colegas me afeen la conducta, aunque a seguro que alguien lo hará por mi, quizá, algo insolente atrevimiento y heterodoxia con este libro.

Yo haría una fusión de tus dos preguntas. Por una parte creo que la guía verdadera y más decisiva en nuestro camino al futuro es la ciencia, como se puede comprobar en el libro, pero siempre debemos tener en cuenta que la ciencia actual, es una ciencia interconectada o fertilizada por las humanidades y los efectos de la digitalización. Este camino no es ni será fácil porque, a pesar de la cantidad gigantesca de datos y evidencias que apoyan en sus diagnósticos a la verdadera ciencia, aún hay personas y entidades relevantes que son capaces de actuar negando grandes hechos científicos. También me resulta asombroso que en el actual sistema o universo de la comunicación de que dispone ahora la humanidad, y que nunca tuvo antes, prosperen crecientemente con tanta fortuna supersticiones, pseudociencias, esoterismos, o falsedades deliberadas a escala global.

El amor a la verdad, propio de la ciencia y las humanidades, es hoy más necesario que nunca, algo a cultivar en todos ámbitos de la educación. Entre las nuevas habilidades que tendremos que incentivar está la de educar para aprender a distinguir entre lo verdadero y lo falso en la ‘noosfera’ actual. Situándome en una posición como en la que adopta Henry Jenkins en el libro, -la de ‘utópico crítico’-, entiendo los medios de comunicación, (no de entretenimiento), como parte del sistema educativo de la sociedad y, creo, habría que aplicar en estos medios de comunicación esos mismos criterios éticos de amor a la verdad por encima de los criterios económicos habituales. A esto se le puede aplicar el perfectamente claro criterio que expresa en el libro Richard Stallman: Es absurdo preguntar si la ética es rentable o no, porque es una responsabilidad previa, una obligación hacia los demás… La elección de la ética como guía sólo cuando es rentable es realmente lo mismo que no tener ninguna ética”.

Los nuevos conocimientos sobre las certezas fundamentales ya no son propios de una disciplina concreta sino que es la combinatoria humanidades y método científico la que nos permite, como dice en el libro el físico del CERN José Bernabéu, ampliar las playas de nuestra pequeña isla de conocimientos y certezas, contra el enorme océano de nuestra ignorancia. Creo que cada certeza demostrada científicamente nos trae nuevas y apasionantes preguntas; así que para mí, las grandes respuestas se encuentran sobre un horizonte hacia el cual va nuestro camino y al que, como cualquier horizonte, nunca lograremos llegar. Parafraseando a Steve Jobs, diré que en ese mismo camino también está nuestra recompensa.

Finalmente quiero expresar que coincido con Tim O’Reilly en que algunas de la certezas que nos proporciona la ciencia aplicada, es decir la tecnología, debemos orientarla como dice Tim en el libro, a “hacer del mundo un lugar mejor” (aunque no siempre es así), y combinar eso con la máxima de Richard Stallman: “La tecnología sin la influencia de la ética es probable que haga daño.”. No hay certeza garantizada ante nosotros pero hemos de ser conscientes como dice el mismo O’Reilly en su foreword del libro que “El futuro no es algo que ‘sucede’; es algo que nosotros creamos”). Por tanto, que el futuro sea mejor en términos de cuestiones fundamentales depende solo de nosotros. Y esa sí es una buena certeza.

Sunday, August 27th, 2017

Alejandro Rodríguez-Wong: un genio de la física de las nanomáquinas y los acelerómetros

Apple, acaba de solicitar a la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos la patente de un sistema para proteger los smartphones de los daños por caída con un micro-airbag similar en su efectos equivalentes a los de los automóviles. Como relata  Helga Yagüe en The Inquirer, el mecanismo de la patente solicitada funciona gracias a una especie de cámara fabricada con goma, (o gel, silicona, espuma o cualquier otro material viscoelástico) situada entre el cristal de la pantalla y el resto del dispositivo, que se inflaría si el acelerómetro detecta un inminente impacto contra el suelo. La mayoría de los usuarios de los iPhone ni siquiera sabe que entre otros increíbles tecnologias, el artefacto que  suele llevar en su bolsilo o es su mano incluyen unos micro-mecanismos que se ha dado en llamar ‘acelerómetros’ que dota al iPhone y a otros dispositivo de la capacidad de saber dónde esta el ‘arriba ‘ y el ‘abajo’ -son los responsables pro ejemplo que la pantalla pasa de vertical a horizontal instantáneamente-  y también proporcionan a los dispositivos moviles de otro muchas capacidades, desde las en relaciones nuestro entorno espacial próximo, como las tecnologias ya usadas en dispositivos equivalentes y giroscópicos de mantenimiento del equilibrio en el famoso Segway o incluso para mantener orientada a la Estación Espacial Internacional ISS (capaces de generar un ‘horizontes artificiales’ utilizando algunas estrellas de referencia). Su funcionamiento tiene que ver con el hasta hace poco misterioso el efecto Casimir o las fuerzas de Casimir-Polder, que una serie de genios de la nano-fisica y la matemáticas han acabado por desvelar. Entre ellos esta Alejandro Rodríguez-Wong un joven científico del MIT, hoy también en Harvard, con el que he tenido el privilegio de poder hablar sobre el misterioso efecto Casimir o la fuerzas de Casimir-Polder .

Aunque insignificantes a otras escalas, las Fuerzas Casimir pueden hacer que las partes móviles de las micromáquinas, como la que se muestra aquí, se unan (Foto: Sandia Labs). Estas ‘fuerzas’ son las responsables de la espectacular respuesta de los acelerómetros  a los cambios de posición de dispositivos, por ejemplo, como el iPad y el iPhone.

Alejandro es un investigador nacido en Cuba que graduó en física MIT en solo tres años en 2006. Con veintipocos años ha liderado como investigador principal un innovador trabajo en nanofísica, con aplicaciones decisivas en nanomáquinas. Investiga en física cuántica y el trabajo de un grupo, con él como investigador principal, del Massachussets Institute of Technology. Allí he dialogado con Alejandro sobre sus vanguardistas investigaciones.

En Wikipedia está explicado de una forma muy sintética y pedagógica: el efecto Casimir o la fuerza de Casimir-Polder es un efecto predicho por la teoría cuántica de campos que resulta medible y que consiste en que, dados dos objetos metálicos separados por una distancia pequeña comparada con la de los objetos, aparece una fuerza atractiva entre objetos debido a un efecto asociado al vacío cuántico. Aunque suena muy raro, la aplicaciones de esta fuerzas se han vuelto muy importantes debido a la explosión del uso de las nanotecnologías. En ése ámbito las nonomáquinas no se comportan como el las máquinas y mecanismo a escalas mayores como la de los objetos que vemos a simple vista. Por ello las fuerzas del efecto Casimir se han vuelo importantísimas para la nanoingeniería y la nanomecánica. En la escala nanométrica la intensidad de la fuerza cae rápidamente con la distancia así que es solamente medible cuando la distancia entre los objetos es extremadamente pequeña. En una escala por debajo del micrómetro, esta fuerza llega a ser tan fuerte que se convierte en la fuerza dominante entre dos conductores neutros. Para diseñar nanomáquinas y nanorobots el campo de Alejandro Rodríguez-Wong va a tener y ya tiene muchísimas aplicaciones práctica inmediatas. Por ejemplo este tipo de magnitud de fuerzas tienen que ver con los acelerómetros que hacen que el iPhone cambie su pantalla instantáneamente de vertical a horizontal al girarlo, o que los microespejos de los proyectores digitales funcione correctamente.

La importancia de la física aplicada en al que trabaja Alejandro es importantísima para el diseño e componentes nanotecnológicos. Alejandro nació en Cuba, se fue a EE.UU. con 13 años y me cuenta que su familia siempre le incluyó el amor la ciencia. “Desde que vine a EE.UU., me enamoré de la física y, desde segundo año de secundaria, creo, ya decidí que quería venir al MIT. Me gradué aquí e interactué mucho con mis profesores con los que ahora estoy trabajando. Por eso estoy ahora investigando en este nuevo tipo de física que es en parte computación y en parte física teórica. En esa confluencia o intersección estoy trabajando”.

Alejandro Rodríguez-Wong en su despacho del MIT

Me cuenta algo muy interesante de porque ha acabado trabajando en las fuerzas que controlan las nanomáquinas: “Yo comencé mi carrera en el MIT enamorado de la teoría de al relatividad general, de la cosmovisión que significaban las teorías de Einstein pero, resultó que en el MIT hay un ecosistema de conocimiento muy pragmático, muy práctico. Aquí hay muchos teóricos, la parte teórica es fortísima. Pero también las personas que te rodean siempre estén pensando en aplicaciones prácticas, en que hará las industria y las empresas con lo que estas trabajando y en como ayudará a la sociedad de modo práctico lo que esta investigado. Ese tipo de pensamiento es que me hizo penae en la mecánica cuántica, en el mundo nanoscópico, como una fuente desde donde de una forma mas directa, mas práctica puedo ayudar a la sociedad”.

Le pido que me hable de su trabajo de forma que lo podemos comprender y me dice: “imagina que dos objetos neutros –sin carga electromagnética- en el vacío se atraen, y en cierta escala esa atracción esta originada por fuerzas algo misteriosas, en el sentido de que no son explicadas fácilmente por las leyes clásicas. Eso ocurre porque el campo electromagnético penetra en el vacío. El vacío no es vacío, no es la nada. Y dentro el vacío también hay energía. A este tipo de energía difícil de describir, lo científicos les llaman ‘fotones virtuales’, que no son tan virtuales ya que poseen ramificaciones físicas, porque puedes observar su efectos. Se les llama ‘virtuales’ porque sus explicación viene del Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Una de las formas mas comprensibles de explicar el mundo nanofísico es que a esa escala nada esta fijo, hay mucho caos, siempre esta cambiando. Y las cargas nanoscópicas que tiene esas ‘particulas virtuales’ interactúan entre si según las leyes de la mecánica cuántica”. “Las fuerzas Casimir, que estamos estudiando, han sido medidas en mas de 20 experimentos. A media que las tecnología se va miniatutizando y vamos disminuyendo el tamaño de las dispositivos, estas fuerzas van tomando un valor mas prominente. Hay ahora en estos momentos máquinas electrónicas, micromáquinas, que se bloquean, que no funcionan como tiene que funcionar por la existencia de esta fuerzas y otra fuerza electromagnéticas de esa misma escala. Esas fuerzas no tienen que ver con la gravedad sino con los efectos de las fuerzas cuánticas y son decisivas para el funcionamiento de los microdispositivos. Sus efectos están inpactando en muchas de la microtecnologías que esta saliendo y ya se están fabricando”. Por ello el campo aparentemente muy teórico de Alejandro es urgido por la industria de la fabricación electromecánica que ya esta fabricando a esas escala tan pequeñas los dispositivos que usamos ahora como el los teléfonos móviles inteligentes o microdispositivos en las cadenas de fabricación o en los hospitales.  “Sí, eso es –dice Alejandro-, las cosas que a veces parece ser las menos importantes, de pronto, son las mas decisivas y revolucionarias en la práctica. En esos momentos la relatividad general de Einstein está en los iPhone, el Seagway, el iPad, en todo los satélites que hay en el mundo y en muchas tecnologías que usa muchísima gente, desde los ordenadores a los aparatos para ver el interior del cerebro”.

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Un síntesis de este artículo se publicó en el Suplemento Innovadores de El Mundo el 21 de junio de 2010.

 

Sunday, November 20th, 2011

El iPhone4 y los ‘costes laborales’

Los ‘costes laborales’ son un factor utilizado frecuentemente como excusa para muchas cosas: deslocalizar una empresa, reducir personal, argumentar falta de competitividad, que un colectivo empresarial pida subvenciones y cosas peores, sobre todo para los trabajadores. Los sindicatos suelen quejarse –en esto con razón- de que es la falsa excusa que utilizan algunos pícaros empresarios para realizar ‘reconversiones encubiertas’.

Hace varios años fui invitado al parque tecnológico de Málaga y visité una factoría de teléfonos móviles que fabricaba varios modelos de ‘marca blanca’ para Telefónica. Una de las preguntas que le hice al responsable de las línea de producción fue sobre qué opinaba de la ‘deslocalización’ en el sector de la telefonía móvil. Él me contestó: “este empresa no se ‘deslocalizará’ –no se reubicará en Asia, etc.- por cuestión de ‘costes laborales’ ya que es un factor que sólo tiene que ver con el 4,5% del precio total del producto”. Entonces, si se deslocaliza será por otras razones –pensé yo-.

Ayer, he recordado aquella conversación al leer en un Suplemento del New York Times de esta semana un artículo sobre los costes del iPhone 4: el teléfono móvil de mas éxito en ventas de la historia: en tres meses a partir del lanzamiento se han vendido un total de 8,39 millones de iPhones. De octubre de 2009 a junio de 2010, la compañía de Steve Jobs ha ganado 9.705 millones de dólares, un 78% más.

iPhone4

Todo ello, a pesar del supuesto fiasco de la antena por el cual Jobs tuvo que interrumpir sus vacaciones en Hawai y salir a dar la cara en una rueda de prensa. Las cifras de aumento de ingresos de la compañía de un 78% este trimestre han enmudecido a los críticos.

Pero ¿qué tienen que ver los ‘costes laborales’ con todo esto? En resumen, según el informe de ‘despiece’ de iSuppli -una empresa de investigación del mercado con sede en California-, que permite conocer el proceso de fabricación del iPhone4, la parte mas pequeña de los costes de Apple en este producto se hace en Shenzhen, China, donde los trabajadores integran microprocesadores para Wi-Fi y telefonía móvil, fabricados en EE.UU.; microchips de Alemania (Infineon); la memoria flash y el procesador de aplicaciones –diseñado en EE.UU- que se fabrican en Corea (Samsung), y los giroscopios (acelerómetros) que fabrica STM Microelectronics de Ginebra. Finalemente, la ‘mano de obra’ industrial clásica para manufacturar y ensamblar el iPhone4 se reserva para la ciudad China de Shenzhen.

Acelerómetro del iPhone4, fabricado por STM Microelectronics, en Ginebra

Cuando leemos en el informe de despiece vemos realmente la mínima repercusión que en el coste del iPhone4 tiene la ‘mano de obra’ laboral –tal como la hemos entendido siempre-. Efectivamente, al igual que me dijo el ingeniero en Málaga, esta alrededor del 5% del coste. Las cifras son: de los 600 dólares que mueve el producto en origen: los materiales son 187,51$, el beneficio asciende a 360$, otro gastos –embalaje, etc.- ascienden a 45.95$, y el ensamblaje y manufactura cuesta tan sólo 6,54 dólares. Es decir, menos del 6% del coste del iPhone 4 de produce en las área de trabajo de bajos salarios del mundo.

Es fácil deducir según esto, a qué tipo de manufactura de producto se deberían dedicarse nuestras empresas en España…

¿Al mismo de Shenzhen que se lleva el 5%?

Friday, July 30th, 2010