Meritocracia Radical
Hal Abelson, uno de los científicos clave y presidente del Comité de Estrategias y Tecnologías Educativas del MIT, me dijo que los tres pilares de los valores del MIT son en primer lugar la “meritocracia radical”, en segundo lugar “la innovación” y en tercer lugar “el conocimiento abierto”, es decir la ‘apertura’.
Hal Abelson en su despacho en el MIT CSAIL, con Adolfo Plasencia
En el mundo de la empresa y sobre todo en un tejido empresarial de microempresas como el nuestro la meritocracia radical se da por supuesta. ¿A quién se le ocurriría poner a un, -digámoslo claro- inepto, o a un yerno, cuñado (con perdón), o compañero de partido –no de los del fútbol- sin capacidades, en un puesto clave del que dependa garantizar la supervivencia o viabilidad de nuestra empresa? Por eso, en el darwiniano mundo de las microempresas se supone instalada per se la meritocracia radical –salvo raras excepciones, que las hay-
Harold me dijo también que lo de la meritocracia radical no la aplicaban porque eran muy buenas personas o muy altruistas, todo lo contrario. La aplican por una simple cuestión de supervivencia en el liderazgo. Si ella, pasarían en poco tiempo a ser ‘del montón’. Eso les permite ser desde hace medio siglo ser, sin discusión, la primera universidad del mundo en ingenierías y tecnología. Porque la meritocracia radical es muy cruel, sobre todo con los mediocres y tramposos –aunque, por desgracia no siempre-. Un mercado en el que la competencia es real y leal, con leyes claras que se cumplen, en que lo mejor se impone a lo peor, en el que las reglas no son deformadas por los mas próximos a poderes capaces de inclinar la rama y sus frutos hacia ellos, (sin el menor mérito por su parte) es un ecosistema que, como la madre naturaleza evoluciona progresando hacia la diversidad. Si las sociedades en que vivimos se basaran en esas darwinianas reglas evolucionarían en una dirección correcta como lo hace la selección natural. La naturaleza, en realidad no funciona con la aparente ‘ley del mas fuerte’ sino con el modo mas eficiente para sobrevivir, sin embargo socialmente casi parece inevitable que tramposos y especuladores se salgan con la suya. Hecha la ley, hecha la trampa.
El mundo de los innovadores es un ecosistema muy darwiniano en el que también la meritocracia radical –además capacidad de respuesta y asertividad- se le supone. Sin ella es muy, muy difícil innovar. Al principio de nuestra conversación me resultaba raro que Hal me hablara, en uno de los mejores templos del conocimiento ingenieril, de que lo primero es ‘tener’ un sistema de valores. Porque lo de los valores y la ética no lo he visto apenas en nuestro país asociado a temas de ingeniería o de tecnología, sin embargo Habelson esta convencido de que cualquier modelo de éxito en ciencia o ingeniería esta soportado por un sistema de ‘valores’. Los ‘valores’ no solo son, por tanto corralito de humanistas, aunque algunos de ellos hablen de ello con cierta exclusividad excluyente.
Hagamos ahora lo que proponía John Lennon en Imagine. Imagina una economía basada en un sistema de ‘valores’. Imagina que nuestro ecosistema de empresas e innovación estuviera esencialmente basado en la meritocracia radical y la ‘apertura’ del conocimiento. Imagina a nuestro comercio sin trampas, con reguladores guardianes de esos valores que sacan de él a mediocres, tramposos y ventajistas poniendo a cada uno en su lugar. Y ahora comparen lo que se deduce de este ejercicio de imaginar, con el momento actual de nuestra sociedad, nuestros mercados, nuestra economía.
¿Qué cambios creen que habría que hacer a nuestra realidad para acercarla a ese ecosistema que acabamos de imaginar?.
Y una pregunta final, sin animo de ofender ni de afear la conducta a nadie. ¿Por qué creen que muchas nuestra mejores cabezas trabajan e innovan tan lejos, si aquí se come y vive tan bien y tenemos tan buen clima? Si no es por lo que tenemos… ¿Será por algo que nos falta?
Artículo publicado en el Suplemento Innovadores de El Mundo el 25 de enero de 2010 (página 5)
Wednesday, March 3rd, 2010