El empresario Juan Roig tiene, según dicen los que lo conocen de cerca, la costumbre de hablar claro y ser directo. Esto no es muy común en el mundo político o diplomático pero sí muy valorado en los sectores de la economía empresarial donde son esenciales la fiabilidad, los hechos y la trayectoria en el tiempo (ademas de las cifras). Son las base del prestigio empresarial contra los que difícilmente pueden las criticas sesgadas e interesadas. Roig creó y dirige una empresa, Mercadona, que ya da trabajo, según la memoria de 2010 (que todo el mundo puede encontrar en Google y leer en Internet ya que es pública), a 104.000 personas de los 3.500 nuevos puestos han sido creados el año pasado en plena vorágine de la crisis, y aporta al PIB nacional tres mil millones de euros. Aparte de ello, un estudio internacional la situaba en el cuarto puesto del ranking mundial de empresas mas valoradas pero sus trabajadores, además de ser una empresa que no hace contratos temporales, aunque si prueba durante seis meses las capacidades antes de trabajar en la empresa. Es una entidad en la que se valora mucho la cultura del esfuerzo y de la eficiencia cosa que no gusta a todo el mundo, como es natural, no hay mas que ver comentarios particulares en las redes sociales que, por otra parte, retratan bastante bien a quien los publica.
Con esas credenciales, es normal que el discurso de Juan Roig en calidad de patrocinador del Premio al Emprendedor de los Premios Rey Jaime I 2011, -que esta dotado con 100.000 euros-, despertara expectación por su preocupación expresada en palabras que van mas alla de su empresa y de la coyuntura puntual actual, por mala que esta sea. Roig se manifestó muy preocupado por el tipo de cultura social al que hemos llegado en nuestro país y de cuya lamentable situación actual piensa que, en gran parte, esta causada no solo por causas exteriores, sino por nuestro planteamiento social en relación al concepto que tenemos tanto del esfuerzo como de la valoración de sus resultados. El empresario dijo algo que enseguida fue titular: “debemos pasar de la cultura del maná a la cultura del esfuerzo“. Sin embargo yo prefiero de su discurso otra idea que me parece crucial. Juan Roig cree necesario “un cambio de modelo mental y modelo de valores”. La prefiero y la comparto por dos cosas: primero, porque en ella hay un buen diagnóstico de lo que estamos viviendo y, segundo, porque mira al futuro. Nuestro cambio a mejor pasa por una profunda modificación de nuestra cultura sobre esfuerzo y resultado. También dijo que hemos de hacer, -tal como dijo Mies Van De Rohe “mas con menos”. Y sobre nuestro modelo productivo (ése en que ya hay una opinión generalizada que hay que cambiar) afirmó que hemos creado “un entorno sobreprotegido y poco productivo”. Pero claro, incluso hoy en la cultura social en que vivimos, -que Roig denuncia-, hay hasta quien critica el concepto de ‘productivo’.
Estando de acuerdo con ese discurso, tanto en el fondo como en la forma, yo aun iría mas alla, -aunque eso pude tener con el cambio de valores que necesitamos-. Y es que hay algo para mi ya obvio: también ha desparecido es esta sociedad la verdadera cultura de la meritocracia, que se esfuerza en valorar, y no dificultar, el esfuerzo de los mas capaces, que son suplantados por impresentables en infinidad de lugares clave de nuestra sociedad (los de la CAM y su ‘reguladores’ clama al cielo), lo que también en parte nos ha llevado a donde estamos. Además de que ese conjunto de cosas nos ha conducido, como dijo otra de las premiadas María Jose Alonso, a ser incapaces de retener nuestro mejor talento o de captar el de fuera que podría ayudar aquí. Pero claro, eso imposible sin que funcione la verdadera meritocracia.
Tiempo-esfuerzo-recompensa
Meritocracia radical y sistema de valores
Pero no en todos los sitios ocurre así con la cultura de la meritocracia, porque dicha cultura debe tener que ver también con determinados buenos valores. Y vuelvo a un tema en el que creo que ahora, tal como van las cosas debemos ser recurrentes. Hal Abelson, uno de los científicos clave y presidente del Comité de Estrategias y Tecnologías Educativas del MIT, me dijo en una conversación, literalmente “los tres pilares de los valores del MIT son primero, la ‘meritocracia radical’, el segundo ‘la innovación’ y el tercero ‘el conocimiento abierto’, es decir la ‘apertura’. En el mundo de la empresa y sobre todo en un tejido empresarial de microempresas como el nuestro la meritocracia radical se da por supuesta. ¿A quién se le ocurriría condiderar (con las debidas excepciones), el situar a un, -digámoslo claro- inepto, yerno, cuñado (con perdón), o compañero de partido –no de los del fútbol- sin capacidades, en un puesto clave del que dependa garantizar la supervivencia o viabilidad de nuestra empresa? Por eso, en el darwiniano mundo de las microempresas se supone instalada per se la meritocracia radical –salvo raras excepciones-
Me dijo Harold también que no aplicaban la ‘la meritocracia radical ‘ porque eran muy buenas personas o muy altruistas, todo lo contrario. La aplican en el MIT, por una simple cuestión de supervivencia en el liderazgo. Sin ella, pasarían en poco tiempo a ser ‘del montón’. Eso les permite ser desde hace medio siglo, sin discusión, la universidad del mundo líder en ingenierías y tecnología. La meritocracia radical es muy cruel, sobre todo con los mediocres y tramposos –aunque, por desgracia, no siempre-. Un mercado en el que la competencia es real y leal, con leyes claras que se cumplen, en que lo mejor se impone a lo peor, cuyas reglas no pueden ser deformadas por los mas próximos a poderes capaces de inclinar la rama y sus frutos hacia ellos, (sin el menor mérito por su parte), es un ecosistema que, como la madre naturaleza evoluciona progresando hacia la diversidad. Si las sociedades en que vivimos se basaran en esas darwinianas reglas evolucionarían en una dirección correcta como lo hace la selección natural. La naturaleza, en realidad no funciona con la aparente ‘ley del mas fuerte’ sino con el modo mas eficiente para sobrevivir. Sin embargo socialmente casi parece inevitable que tramposos y especuladores se salgan con la suya. Hecha la ley, hecha la trampa.
El mundo de los innovadores es un ecosistema muy darwiniano en el que también la meritocracia radical –con capacidad de respuesta y asertividad- se le supone. Sin ella es muy difícil innovar. Avanzada la conversación aun me resultaba raro que Hal me hablara, en uno de los mejores templos del conocimiento y aplicación de las ingenierías, de que lo primero es ‘tener’ un sistema de valores. Abelson esta convencido de que cualquier modelo de éxito en ciencia o ingeniería esta soportado por un sistema de ‘valores’. ¿Por qué creen que muchas de nuestras mejores cabezas trabajan e innovan tan lejos, si aquí se come y vive tan bien y tenemos tan buen clima?
Hoy , en España, de pronto, -mas por pura necesidad de las fuerzas políticas en medio de la crisis que en realidad por convencimiento-, casi en todo momento se ha pasado a hablar de emprendedores y emprendimiento. Aunque sea así, bienvenido sea. Si con la cultura y el sistema de valores vigentes tanto tiempo, que son lo que principalmente nos ha llevado a donde estamos, ¿Creen los ‘conversos’ del emprendurismo que solo invocar a los emprendedores basta para que aparezcan y actúen como tales? Quizá ellos lo crean pero, pero obviamente yo no. Hay que cambiar en nuestro país, como dice Abelson, radicalmente de cultura al respecto. Y puedes creerme, esto no va a ser fácil, requiere mucho esfuerzo. Cambiar de Cultura es mas duro que picar piedra.
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Una síntesis de este artículo se publicó en mi Columna ‘Biodiversidad digital’ en el Suplemento Innovadores de El Mundo, pag. 4, el 25 de octubre de 2011